La crudeza de lo concreto: Las malas, de Camila Sosa Villada

Una mujer trans que se prostituye encuentra a un recién nacido en un parque y decide dejarlo para ella. El cliente de una compañera suya orina en la pared del cuarto donde ella vive. Un adolescente se les ofrece a los camioneros para explorar el deseo que siente por los hombres.

Esas imágenes están en Las malas (2019), el debut como novelista de Camila Sosa Villada (La Falda, Argentina, 1982). Un libro que se puede leer como un testimonio que colecciona, precisamente, imágenes escritas desde los márgenes, que ella conoce muy bien.

Fue un debut que de inmediato cogió la fuerza de un video que se viraliza; que te comparten amigos; del que te hablan en el periódico, en la calle y en el podcast que más escuchas. Un debut que sacó el nombre de Sosa de su país para contarnos que ya antes había escrito un libro de poemas (La novia de Sandrocomo ella se llama en Twitter) y actuado en tres películas, cuatro series y ocho obras de teatro.

En Las malas, Sosa narra en primera persona cómo, desde su infancia repleta de pobreza y violencia, su tránsito a mujer trans se engranó, cuando arrancaba sus veintes, con la prostitución al lado de otras mujeres trans inmersas como ella en la pobreza y la violencia.

Eso, en parte, explica la fuerza ―una fuerza bruta― de esta novela dolorosa: que, a pesar de ser una ópera prima, la escribieron unas manos curtidas.

La otra parte de su potencia radica en que la construye valiéndose de dos enormes fuentes de imágenes: la calle de noche y el cuerpo transexual y prostituido.

La calle de noche aparece como el espacio de lo que se hace a escondidas. Para las prostitutas de Las malas es esa la naturaleza de su oficio; para sus clientes es la oportunidad de buscarlas para transgredir las normas que, de día, rigen su intimidad. Y eso en este libro ocurre con una violencia indignante: no les pagan, las drogan, les pegan, las contagian de sida, las violan y las matan.

Eso hace que el cuerpo de ellas tome tanta relevancia en el relato y se vuelva el otro foco de la mirada de Sosa. El cuerpo transexual aparece aquí de varias formas: como el anhelo de ser otro (“Todas queríamos ser madres”); como el contraste con lo que no se es (“…era la primera vez que veríamos una vagina así, de frente, y la posibilidad nos extasiaba”), y como el objeto del rechazo social (“monstruo”, “bestia”). El cuerpo prostituido es, a su vez, “la continuación de la guerra”. Y eso lo condiciona: “Los músculos se endurecen o se engorda, se blinda. El blindaje es total. Los ojos se amurallan. No es posible ser esa prostituta sin antes proceder a una anestesia total”.

El fruto de esa adaptación a fuerza de golpes es la rabia. Las malas recoge toda la rabia que se incuba en ellas (“el secreto deseo de matarlos a todos”) y la manifiesta sin composturas, con un lenguaje que, sin renunciar a la metáfora, prefiere la crudeza de lo concreto.

Un lenguaje también útil para contar que las muestras de humanidad pueden brotar en medio de tanta pesadumbre: una torta de cumpleaños, un amor genuino, un sentido de comunidad que protege.

Camila Sosa Villada. Las malas. Tusquets, 2019. 224 páginas.


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